jueves, 1 de octubre de 2009

Empezar a cambiar las miserias… es lo que de alguna forma siempre queremos hacer en el camino que transitamos. Una conexión con la soledad del otro, de uno, del otro con uno y de uno con el otro, Conjurando con franqueza la mirada sin prejuicios, desenredándose los miedos para contarse y compartirse desinteresadamente, aceptablemente, amablemente… Para retroalimentarse de Risas, de Carcajadas, de llantos, de Soledades con el presente de las diferencias y similitudes.

Diferencias que nos complementan de distintas conciencias, con distintos pensamientos. Ya que es parte de nuestra historia corporal. De un lugar en el mundo, de donde partimos. En parte no se elije y es difícil de cambiar en un mundo de desigualdades construidas por un Ser Humano ambicioso, por un sistema individualista del que no se salva nadie.

Existe un mundo que nos reclama la imagen de lo que somos… Es este mundo que construimos y es quien se alimenta de las imágenes que lo componen. Del agua, la tierra, el aire, el Sol y el viento sin olvidarme de la Luna y el Universo. Es quien sobrevive al hombre, de su ataque compulsivo y desordenado. Ataque que no tiene más de fondo, que el capricho de no saber lo que quiere; y pide a gritos un límite.
Es este mundo al que nos toca cambiar. Cambiar (no al mundo) sino, a nosotros en él.

Ramiro

miércoles, 14 de enero de 2009

Existe un mundo que nos reclama

En este mundo
nos toca cambiar.
Cambiar (no al mundo)
a nosotros en él.
Se visten de azul cielo, de amarillo pato, de verde esperanza, de naranja patito, de negro luto, de blanco pureza.
Cada tanto se desnudan de rojo fuego, de marrón calamar... Y se miran, se tocan.
Van soltando de a poco las palabras, y pasan directos al abrazo.
Es en ese lugar en donde se dan cuenta que están presentes, sin vacilaciones entre el pasado y el futuro.
Como un reloj que les marca el tic tac.
Un reloj…
El reloj… ese mismo que deja y expulsa la sangre por todo el cuerpo, dándole un alo de respiro y lo nutre profundamente hasta los capilares más remotos.
Un Corazón que a dejado de ser solo un órgano funcional.
Un pensamiento inexistente.
Unos ojos hermosos que miran la transparencia de otros ojos.
Una boca que se pronuncia con el afán de empaparse en la otra.
Una mano que late en cada caricia,
Y un perfume que los nombra uno.
…Ahí, donde se recompone toda vanidad, todo ego, todo motor de locura, todo nudo en la garganta y toda espera ansiosa…
El resto es simple…
Se vive, como dos ríos hacia una misma desembocadura.
Inevitables.

Ramiro